Jóvenes de acogida JMJ Madrid 2011

La noche del 10 de agosto estábamos todos nerviosos. Mañana llegaban los cuatro californianos que íbamos a acoger. Llevábamos tanto tiempo imaginando cómo serían que les habíamos pintado de todas las maneras posibles. En el último momento nos enteramos de que venían también unos congoleños que necesitaban alojamiento, así que decidimos acoger a otros cuatro.
Teníamos la fachada de la casa adornada con tres bandera, en un lado la de EE.UU, en el centro la del Vaticano y luego a la derecha la de España. Como en el último momento se nos unieron congoleños, imprimimos una bandera de allí y la pegamos junto a la de América.
Al día siguiente, éramos cinco más en casa. Los americanos: Ryan, Josué, Sara y Brynda. Y uno de los congoleños, el padre Gregoire.
Decidimos poner en práctica nuestros conocimientos sobre el habla inglesa, pero cuando supimos que Josué entendía español abandonamos nuestro propósito. Cada vez que queríamos decirles algo, primero se lo contábamos en español a Josué, quien seguidamente lo traducía a su idioma.
El  padre Gregory hablaba francés, idioma que chapurreamos mi padre, mi hermana y yo. Con él teníamos otro problema, cuando estaba contándonos algo en francés a mitad de la frase cambiaba a suahili. Y era un lío, principalmente porque en mi casa nadie entiende suahili.
Tras la cena, acompañados de una guitarra les cantamos alguna que otra canción típica española, y unos corridos mexicanos. Después, para que se sintieran como en casa tocamos unas canciones en su lengua.
En los días siguientes descubrimos dos cosas de los americanos, la primera, que son muy lentos a la hora de levantarse para el desayuno. Y la segunda, que no comen tanto como se dice.
Del padre africano en cambio destacaba en cambio la cantidad de veces que se duchaba al día. Pero sobre todo llamaba la atención los momentos que escogía, justo unos minutos antes de la partida hacia una actividad.
Durante los días en la diócesis nos encargamos también de Sara, la californiana de los vecinos. Esto se debía a que su hermana, que residía con la misma familia, se puso enferma.
Esta chica, Sara, era nuestra pesadilla durante las salidas. Era un encanto, sí, pero se despistaba y siempre la perdíamos.
Ahora os voy a narrar las actividades que tuvimos con nuestros invitados durante lo días en la Diócesis.
- Viernes: Vía Crucis por el Valle.
Por la mañana nos reunimos todas las familias de acogida con nuestros jóvenes en la parroquia. Allí rezamos laúdes y tuvimos misa. A continuación, acordaron el lugar y la hora de quedada en el vía crucis. Después nos fuimos a comer a casa de los vecinos. Nos lo pasamos muy bien, nos bañamos en su piscina y más tarde comimos. Durante la comida charlamos con nuestros americanos, con Josué de intermediario. A mitad de la comida se nos unió Shanon, la hermana de Sara. Tras la comida nos fuimos a casa y alli estuvimos mis hermanas, Sara y Brynda intercambiando canciones. Después nos preparamos para el vía crucis.
En este acto se unía todo Toledo. Desde un principio el día no se presentaba muy bien, pero aún así con nuestra cena en la mochila nos fuimos al valle.
Allí nos cayó una tromba de agua, donde nosotros utilizamos la expresión “está lloviendo a cántaros” y los americanos “it`s raining cats and dogs”.
Nuestro grupo estaba situado junto a la carretera. Cuando, mi hermana Eva y yo fuimos a ver si el Alcázar estaba iluminado, una mujer de unos 65 años nos llamó desde un coche y nos preguntó:
-¿Sois vosotras de la manifestación?
A lo que nosotras contestamos que no era ninguna manifestación sino un vía crucis convocado con motivo de la JMJ.
Ella siguió diciendo:
-Pues, debería daros vergüenza. Está la gente muriéndose en el valle y vosotros aquí molestando.
- Perdone, pero nosotros estamos aquí para rezar por los que mueren, véngase usted también.
- Pero seréis maleducadas, ¡qué por vuestra culpa no me han dejado pasar! ¡Qué cara tenéis! ¡Sinvergüenzas!
Como la mujer no tenía intención de parar de criticarnos, y no teníamos mucho tiempo, nos despedimos. Más ella seguía gritándonos lo maleducadas que éramos. Así que la mandamos callar y ella seguía gritando mientras se alejaba.
Cuando llegamos donde los otros empezamos a contar lo que nos acababa de ocurrir, al acabar de contarlo le pedimos a Josué que se lo tradujera al resto. Pero el nos dijo que, cito textilmente, “cuando están enojadas hablan muy deprisa y no las entiendo”.
Después de este incidente, el vía crucis comenzó acompañado de una llovizna intermitente.
Estábamos a punto de acabar, cuando se desató una tormenta de verdad. La megafonía corría peligro, por lo que hubo que suspender el vía crucis. Nos íbamos a ir, ¿y qué pasaba? Sara había desaparecido. Gritábamos su nombre una y otra vez mientras los altavoces retumbaban. Yo estaba muy nerviosa entre la desaparición de la californiana que no era nuestra y por el miedo a que me cayera un rayo.
Por fin la encontramos y nos pusimos en marcha hacia  el lugar donde habíamos quedado. Yo seguía muy nerviosa por causa de los continuos rayos y truenos, tal era mi estado que en un momento dado me escurrí por la carretera. ¡Menudo tortazo me pegué! Los policías que estaban por allí se acercaron para ver si estaba bien.
De camino a casa aprendimos diferentes insultos americanos, algunos no eran mas que tontería.
-Sábado: Misa mozárabe, musical Alma y vigilia.
Por la mañana subimos a la catedral a oír misa mozárabe. Después fuimos a dar una vuelta por Toledo, y en ella se nos perdieron Gregoire y cómo no, Sara. Decidimos buscarlos al final, ahora teníamos otras cosas por las que preocuparnos, por ejemplo, buscar un baño para unas americanas. Al no haber servicios públicos por la zona debíamos entrar a un bar, y para usar su baño teníamos que comprar algo. Para no tener que ir mil veces, preguntamos a todos si alguien quería ir al servicio, solo estas dos chicas lo necesitaban y una de ellas era la recién aparecida Sara. Bueno, pues pasamos a una cafetería y compramos un refresco y unos Cheetos. Y cuando regresamos con el grupo ¡sorpresa! 5 personas más tenían que ir al baño. Eso era demasiado, después de haber estado antes preguntando quién quería ir y ahora…
Les dijimos que buscaran un bar por su cuenta, nosotras nos centramos en encontrar al que nos faltaba. Resulta que Gregoire se había ido con un compañero suyo por ahí. Tras hacer unas llamadas conseguimos que viniera. Ya estábamos todos, ya podíamos volver a casa.
Al llegar a casa nos preparamos para ir a comer a casa de unos amigos de la parroquia que también habían acogido. La salida de las últimas tandas se retrasó porque a Gregoire le surgió un problema con la documentación y tenía que mandar una foto nueva. Ya por fin salimos, y al llegar nos dimos un baño antes de que pusieran el aperitivo. Fue un baño agradable sin contar que casi se ahoga un congoleño de los vecinos.
En el aperitivo me dediqué a observar las distintas reacciones que tenían los americanos ante nuestra chuches. Algunas si las tenían parecidas en su país, pero otras como los pelotazos, no.  Nos preguntaron asombrados si de verdad eso eran pelotas de fútbol.
La comida como la del día anterior era una gran barbacoa, para mi gran disgusto. Lo mejor fue la conversación con ellos y el postre, una maravillosa tarta de tres chocolates. Deliciosa.
Al terminar de comer, en el café, los congoleños nos cantaron unas canciones africanas. Eran preciosas. A continuación nos fuimos a casa para prepararnos para el musical Alma.
El musical tuvo lugar en el auditorio de la Caja Rural, y allí en la entrada a los que no hablaban español les entregaron un libro con ello traducido. Al sentarnos nos dimos cuenta de que nos faltaban Sara y Shanon. Estuvimos arriba y abajo buscándolas hasta que unos amigos nos avisaron de que estaban ya sentadas. Lo siguiente fue de risa, antes de que comenzara el espectáculo dijeron que siguieran el musical cada uno en su idioma con ayuda del libro, y después apagaron la luz. Claro, no se enteraron de nada. Tenían el libro con todo traducido pero eran incapaces de leerlo con luz apagada. Josué, el que si entendía algo de español, siguió la historia pero luego nos dijo que lo que no pillaba eran los chistes. Aparte de eso el musical estuvo genial. Nos encantó a los que nos enteramos.
A la salida nos dirigimos a un parque a esperar a que mi padre nos trajera la cena. Y allí también les entregamos unas tarjetas con el móvil al que debían llamar si se perdían y la dirección. Cuando ya estuvimos alimentados empezamos a subir a Toledo dirección los Jesuitas. Íbamos a la vigilia y por el camino les contábamos leyendas. Al pasar por el Cristo de la Luz les contamos la leyenda sobre la piedra blanca de la entrada. Luego, mas adelante la leyenda de la Virgen de alfileritos, y se la enseñamos. Y, por fin, llegamos a la iglesia de los Jesuitas. En la vigilia estuvimos solo el tiempo que necesitaron para confesarse y rezar un rato. A la salida esperamos a que nos llamara mi padre, y sin que nos diéramos cuenta a tiempo, Sara se unió a un trenecito que unos brasileños habían formado. La sacamos a empujones y emprendimos la bajada hacia el mismo parque de antes.
-Domingo: Misa parroquial y visita turística.
Por la mañana, antes de la misa llegaron a casa los otros tres congoleños que faltaban: Isidore, Jean- Pierre y Gillé. Luego  tuvimos la misa, en la que pedimos que nos dejaran tocar a nosotras, mis hermanas y yo. Pero no fuimos la única novedad en el coro de la iglesia, los congoleños que le día anterior habían cantado para nosotros, cantaron también el kyrie y el santo africano en la celebración.
Ese día comimos en casa de los vecinos. Los mismos que el primer día. Pero ese día se notaba que teníamos más confianza, fue mucho mejor y además no comimos barbacoa. La comida fue muy española, comieron paella hecha por mi abuela que fue el plato estrella. También tuvimos filetes rusos o de carne picada, también les encantaron. Comimos croquetas, llevábamos esos días intentando explicarles lo que eran y les gustaron mucho. Sirvieron una tortilla de patata española. Les gusto todo mucho incluso  pidieron las recetas.
Esa tarde nos fuimos de visita turística a ver Toledo. Debo reconocer que aún siendo toledana no conocía mucho mi ciudad. Fue interesante aunque la marcha era lenta y un hombre de la parroquia se las daba de guía turístico. Contaba mal las leyendas y tenía yo que acercarme y corregir su error. No estuvimos mucho con los californianos, íbamos cada uno por nuestro lado.
Esa noche mis hermanos Antonio y Miguel se los llevaron a la feria y a tomar algo. Y nosotros nos quedamos en casa viendo el partido de la Supercopa y practicando suahili.
-Lunes: Festival de despedida.
Por la mañana estaba previsto un rosario en la parroquia, peor solo fueron los congoleños. Los californianos permanecieron toda la mañana durmiendo. Al final de la mañana una amiga de mi madre trajo un rato a sus dos congoleñas. Una de ellas nos pidió una foto de Cristiano Ronaldo y revistas de moda. Le dimos el póster de Cristiano que regalaba el año pasado Marca y unas revistas de Vogue.
Tuvimos una comida en familia. En la siesta estuvieron jugando al pin-pon y otros durmiendo o leyendo.
Por la tarde antes de ir al Festival de despedida en la Vega, nos hicimos una foto toda la familia con los huéspedes.
En el festival les dejamos a su aire y mi hermana Inés, mi prima Alicia y yo nos pusimos con unos amigos a vender discos de la JMJ. Después tuvimos la misa y el acto de envío para los peregrinos de la JMJ.
Y volvimos a casa ya un poco apenados pensando en que ya mañana se marchaban. Pero teníamos la ilusión de verlos allí en Madrid.

Muy de madrugada ya había ajetreo en mi casa. Los americanos tenían que estar en la parroquia a las 6:30. Así  que nos levantamos algunos para despedirles, y después volver a dormir aunque solo un poco más.
A las 9 teníamos que estar nosotras en la Academia de Infantería, porque nos íbamos también a la JMJ, a Madrid.




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